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 CUENTOS POPULARES 

 

 

EL GATO CON BOTAS 

 

CUENTO EL GATO CON BOTAS

El cuento de “El gato con botas”  es un cuento de hadas que fue escrito por Charles Perrault a finales del siglo XVII en su libro de cuentos llamado “Cuentos de Mamá Ganso”. La historia aparece registrada en algunos manuscritos anteriores a este libro, por lo que el libro de Perrault se trata de una colección de ocho cuentos de hadas que fueron modificadas por este autor para su publicación.
Fue gracias al éxito de este libro lo que hizo que la historia de El gato con botas se volviera tan popular. Este éxito se atribuye a la habilidad literaria empleada en la narración de estos cuentos, como el recurso a la hora de utilizar la aparición de pasajes que son insignificantes para la trama, algo que llama especialmente la atención en este cuento El gato con botas.

La historia comienza con un joven molinero de origen humilde el cual recibe como única herencia a un gato. El joven decepcionado piensa en comerse al gato, pero el gato, que tiene la habilidad de hablar, le dice al joven molinero que le deje una bolsa y unas botas para andar por los matorrales. De esta forma le demostraría a su amo que la herencia no le iba a resultar tan pobre.  Así, el gato con botas se las apañará, a través del ingenio y el engaño, para que su joven amo termine airoso y repleto de riquezas.
Este cuento está planteado con un tono alegre, en el que llama la atención la picardía del personaje y plantea la historia desde una perspectiva que ha sido criticada por su dudosa moralidad. Por otro lado, otros han sabido ver los valores de confianza en el trasfondo de este cuento, tal como el joven molinero decide confiar en el gato, enseña cómo el hecho de dar la oportunidad a otros de ayudar puede ser provechoso para uno mismo.
Para leer más cuentos infantiles para niños de primaria accede a nuestra sección de Cuentos infantiles cortos.

 

 

 

 

PINOCHO





Pinocho
Cuento Pinocho
Él viejo carpintero Gepetto fabricó un muñeco de madera, y le quedó tan bien que le puso un nombre: Pinocho.

Pero de pronto el muñeco empezó a hablar y a saltar ante el asombro de Gepetto.

Gepetto le compró una cartera y libros, y lo mandó al colegio, acompañado de grillo, que le iba dando buenos consejos. Pero pinocho prefería divertirse en el teatro de títeres, sin escuchar a grillo.

El dueño del teatro quiso quedarse con pinocho, pero tanto lloró el pobre muñeco que le dio unas monedas y lo dejó marchar.

De vuelta a casa, se fue con el zorro y el gato, dos astutos ladrones, sin atender a grillo.

Le llevaron al campo de los milagros y le dijeron que

si enterraba allí sus monedas se haría muy rico. Pinocho les creyó y se quedó sin monedas. Cuando se dio cuenta del engaño, decidió volver a casa, pero una paloma le dijo que Gepetto había ido a buscarle al mar.

En el camino se encontró con muchos niños que se dirigían al país de los juguetes. Al instante olvidó sus promesas y se fue con ellos.

Allí jugó y brincó todo lo que quiso... pero acabó convertido en burro.

Lloró arrepentido hasta que un hada buena se compadeció de él. El hada le devolvió su aspecto, pero le advirtió:

- Cada vez que mientas te crecerá la nariz.

Pinocho y grillo salieron hacia el mar en busca de Gepetto. Allí se toparon con un tiburón gigante, que se los tragó.


¡Qué sorpresa encontrar a Gepetto en el estómago del animal! Gracias a que el tiburón bostezó, pudieron escapar. Cuando llegaron a la playa, sanos y salvos, el hada transformó a Pinocho en un niño de carne y hueso. Y desde aquel día, siempre se portó bien.






 BLANCA NIEVES Y LOS 7 ENANITOS





Nombres de los siete enanitos de Blancanieves : Sabio, Gruñon, Mudito, Dormilón, Timido, Mocoso y Bonachón

Castillo de Blancanieves

castillo donde vivia Blancanieves con su madrastra la Reina, (pulsando en la imagen se puede imprimir y colorear después.)
En un país muy lejano vivía una bella princesita llamada Blancanieves, que tenía una madrastra, la reina, muy vanidosa.
La madrastra preguntaba a su espejo mágico si ella era la más guapa del mundo entero y éste respondía:
- Tú eres, oh reina, la más hermosa de todas las mujeres.
Y fueron pasando los años. Un día la reina preguntó como siempre a su espejo mágico:

madrastra en el espejo

La Reina consultó al espejo,( pulsando en la imagen se puede imprimir y colorear después.)
- ¿Quién es la más bella?

Pero esta vez el espejo contestó:
- La más bella es Blancanieves.

Entonces la reina, llena de ira y de envidia, ordenó a un cazador:
- Llévate a Blancanieves al bosque, mátala y como prueba de haber realizado mi encargo, tráeme en este cofre su corazón.
Pero cuando llegaron al bosque el cazador sintió lástima de la inocente joven y dejó que huyera, sustituyendo su corazón por el de un jabalí.


Cazador que iba a matar a Blancanieves(pulsando en la imagen se puede imprimir y colorear después estos dibujos de la película de Walt Disney)

Blancanieves, al verse sola, sintió miedo y lloró. Llorando y andando pasó la noche, hasta que, al amanecer llegó a un claro en el bosque y descubrió allí una preciosa casita.

Blancanieves huye por el bosque
(pulsa en la imagen para imprimir y colorear el dibujo de Walt Disney)
Entró sin dudarlo.
Los muebles eran pequeñisimos y, sobre la mesa, había siete platitos y siete cubiertos diminutos. Subió a la alcoba, que estaba ocupada por siete camitas. La pobre Blancanieves, agotada tras caminar toda la noche por el bosque, juntó todas las camitas y al momento se quedó dormida.
 
Blancanieves entra en la casita de los siete enanitos

(pulsando en la imagen se puede imprimir y colorear después estos dibujos de la película de Walt Disney)

Por la tarde llegaron los dueños de la casa: siete enanitos que trabajaban en unas minas y se admiraron al descubrir a Blancanieves.
Entonces ella les contó su triste historia. Los enanitos suplicaron a la niña que se quedase con ellos y Blancanieves aceptó, se quedó a vivir con ellos y todos estaban felices.
Mientras tanto, en el palacio, la reina volvió a preguntar al espejo:
- ¿Quién es ahora la más bella?

- Sigue siendo Blancanieves, que ahora vive en el bosque en la casa de los enanitos...
Furiosa y vengativa como era, la cruel madrastra se disfrazó de inocente viejecita y partió hacia la casita del bosque.
Blancanieves estaba sola, pues los enanitos estaban trabajando en la mina. La malvada reina ofreció a la niña una manzana envenenada y cuando Blancanieves dio el primer bocado, cayó desmayada.
Al volver, ya de noche, los enanitos a la casa, encontraron a Blancanieves tendida en el suelo, pálida y quieta, creyeron que había muerto y le construyeron una urna de cristal para que todos los animalitos del bosque pudieran despedirse de ella.
En ese momento apareció un príncipe a lomos de un brioso corcel y nada más contemplar a Blancanieves quedó prendado de ella. Quiso despedirse besándola y de repente, Blancanieves volvió a la vida, pues el beso de amor que le había dado el príncipe rompió el hechizo de la malvada reina.

Blancanieves se casó con el príncipe y expulsaron a la cruel reina y desde entonces todos vivieron felices.

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LA CAPERUCITA ROJA 



CAPERUCITA ROJA
 
Cuento Caperucita Roja
abía una vez una niña llamada Caperucita Roja. Su mama, que sabía coser muy bien, le había hecho una caperuza roja para que estuviera calentita y protegida del viento y como a la niña le gustaba mucho la llevaba a todos los dias, por lo que todo el mundo la llamaba así.

Un día, la mamá de Caperucita la mandó a casa de su abuelita porque estaba enferma, para que le llevara en una cesta pan, chocolate, azúcar y dulces.

Su mamá le dijo: no te apartes del camino de siempre, ya que en el bosque hay lobos y es muy peligroso.



Caperucita iba cantando por el camino que su mamá le había dicho y , de repente, se encontró con el lobo y le dijo:

-Caperucita, Caperucita, ¿dónde vas tu tan bonita ?.

-A casa de mi abuelita a llevarle pan, chocolate, azúcar y dulces.

-¡Vamos a hacer una carrera!- Le dijo el lobo

-Te dejaré a ti el camino más corto y yo el más largo para darte ventaja.

Caperucita aceptó pero ella no sabía que el lobo la había engañado.

El lobo llegó antes a la casa de la abuelita y se comió a la pobre ancianita.

Cuando Caperucita llegó, llamó a la puerta:

-¿Quién es?, dijo el lobo vestido con las ropas de la abuelita.

-Soy yo, dijo Caperucita. Pasa, pasa nietecita.

Cuando Caperucita vio a su abuelita se sorprendió con su aspecto :

-Abuelita, qué ojos más grandes tienes, dijo la niña extrañada.

-Son para verte mejor.

-Abuelita, abuelita, qué orejas tan grandes tienes.

-Son para oírte mejor.

-Y qué nariz tan grande tienes.

Es para olerte mejor.



-Y qué boca tan grande tienes.

¡Es para comerte mejor!.

Caperucita empezó a correr por toda la habitación y el lobo tras ella.

Pasaban por allí unos cazadores y al escuchar los
gritos se acercaron con sus escopetas y sus cuchillos de caza. Uno de ellos le dió un golpe muy fuerte al lobo feroz en la cabeza y el lobo cayó al suelo desmayado. El cazador cogió su cuchillo y le abrió la panza al lobo sacando a la abuelita de Caperucita, que aún estaba viva y para darle un escarmiento al lobo le lleno la barriga de piedras y le volvió a coser la barriga. Después de esto se fueron apresuradamente de allí.

Al cabo de un rato el lobo despertó y sintió una


terrible sed y se fue corriendo al rio a beber agua pensando que la pesadez de su barriga era por la abuela de Caperucita. Al acercarse a la orilla, la barriga le pesaba tanto tantísimo que se tambaleó y cayó al agua, ¡ y se ahogó !.
.

Caperucita después de este susto aprendió la lección y núnca jamás volvió a desobedecer a su mamá.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado. 




LOS TRES CERDITOS

Había una vez tres cerditos muy simpáticos a los que les gustaba mucho jugar en los prados y estar con otros cerditos. Un día decidieron construirse cada uno su propia casa para así protegerse de la lluvia, el frío y todos los peligros que allí acechaban sobre todo, de un malvado lobo que decían todos, quería comerse todos los cerditos. 

Los-tres-cerditos


Tocinete, que era el más pequeño de los tres, hizo una casa de paja para terminar deprisa y así irse a jugar con el resto de cerditos que era lo que más deseaba en el mundo.
Jamoncín que era el mediano de los tres cerditos, decidió hacer una casa de madera porque sabía que si la hacía como su hermano más pequeño, Tocinete, el viento o la lluvia podría derribar la casa. Aún así, hizo la casa muy deprisa para poder reunirse con el resto de cerditos y divertirse.


A diferencia de sus dos hermanos Cochinín, que era el mayor de los tres, quería hacer una casa que resistiera todo lo que se pusiera en su camino de esa forma, no tendría por qué preocuparse cuando estuviera fuera de ella ni tampoco cuando se quedara a dormir en la casa así que, decidió hacer una casa de ladrillo que era el material más resistente que conocía.
Un buen día el lobo encontró a los tres cerditos y salieron huyendo de él para meterse en la casa de paja
, la de Tocinete, pero el lobo malvado la derribó de un soplo



 Lo mismo pasó con la casa de Jamoncín, la cual no fue ningún problema para el temido lobo. Sin embargo, la casa de Cochinín, al ser de ladrillo, no pudo derribarse y así los tres cerditos vivieron felices y algunos, aprendieron la lección.

 

 

LA PRINCESA GENEROSA

 

Cierta vez, una princesa tenía cuanto puede desear una hija de reyes. Era bellísima, vestía los más raros y costosos trajes y adornaba su persona con preciosas joyas. Además, sus padres complacían sin demora sus más insólitos caprichos.
 
Sin embargo, la princesa no se sentía feliz. Y, a cada instante, presa de honda tristeza, se ponía a llorar.
 
Cuando sus padres le preguntaban preocupados por qué se desconsolaba de esa manera, ella contestaba:
 
— Busco la felicidad y no la encuentro.
 
Una mañana, muy de madrugada, la princesa salió del palacio sin ser vista por las damas que estaban a su cuidado ni de los cortesanos. Iba a conocer el mundo y anduvo por campos y bosques. Al sentirse muy cansada, se sentó sobre el tronco de un árbol caído y pensó: “Si yo encontrara la felicidad, con gusto dejaría de ser princesa. No siempre encuentra uno la dicha en medio de comodidades, lujos y poder”.
 
Apenas había acabado de pronunciar estas palabras, vio que se le acercaba una viejecita, ciega y encorvada por la edad, semidesnuda y apoyada en un bastón.
 
— Niña —le dijo la mendiga—, me muero de frío.
 
La princesa se quitó, de inmediato, su manto de armiño y se lo dio a la mendiga.
 
— Toma —le dijo—, te lo obsequio para que te abrigues.
 
— Mis hijos —dijo entonces la anciana— se mueren de hambre. Dame algo para alimentarlos y cubrir sus desnudeces.
 
— ¿Cuántos hijos tienes? —le preguntó la princesa.
 
— Cinco —contestó la viejecita.
 
— Pues bien, toma mi collar de perlas para tu hijo mayor; mis brazaletes brillantes para tu





hijo segundo; mi cinturón de piedras preciosas para el tercero; mi bolsa llena de monedas de oro para el cuarto y los anillos de mis dedos para tu quinto hijo. Con estas joyas podrán comprar pan para mucho tiempo.
 
— Gracias, niña generosa —dijo la mendiga—. Tú debes ser una hada, ¿qué me das para recobrar la vista que he perdido?
 
— Mis ojos— contestó, prestamente, la princesa y, con sus delicados dedos, quiso arrancarse los ojos para dárselos a la mendiga.
 
Pero, la llegada oportuna de caballeros y soldados del rey que buscaban a la joven, impidió que la buena princesa sacrificara sus hermosos ojos para dárselos a la anciana ciega. La patrulla llevó a la princesa al palacio real, y sus padres, al verla casi desnuda, creyeron morir de pena. Pero ella, tranquila y serena, les dijo con la sonrisa más graciosa de sus sonrosados labios:
 
— No os compadezcáis, queridos padres. Encontré, por fin, lo que andaba buscando. He hecho un sacrificio para hacer el bien a los necesitados, ese sacrificio, en vez de causarme tristeza, me ha dado la felicidad que yo buscaba.
 
Los reyes abrazaron emocionados a su bella hija y la felicitaron por lo que había hecho para buscarse la propia felicidad.

 
Ante esta ejemplar lección, el rey dedicó gran parte de sus ingresos reales a dar limosna a los necesitados.
 
Organizaba festivales para proporcionar alegría y esparcimiento a sus súbditos. Visitaba a los enfermos, llevándoles no solo el consuelo de sus misericordiosas palabras, sino dinero para sus medicamentos y otras necesidades.
 
Y cuando el tesorero del reino notificó al monarca que sus arcas estaban exhaustas, éste le replicó:
 
— No importa que quedemos sin recursos. Lo principal es que lo que tuvimos, se lo dimos a los menesterosos. Y esto nos ha traído inmensa felicidad.

 
Sin embargo, para tranquilidad del reino, la viejecita mendiga del cuento era una hada que, con su mágica varita, renovó con creces las arcas del tesoro real, y todos fueron felices.


Publicado por: Ohslho
La Paz, 12 de Mayo del 2014

 

 

EL GALLITO DE LA VELETAS 

 

 

     
Cuando se rompió el último huevo, salió un pollito fenómeno, pues no tenía más que un ojo, un ala y una pata. Por esto, sus hermanos le pusieron el nombre de "mediopollito".
Y como todo el mundo le tenía lástima por su invalidez, "mediopollito" comenzó a engreírse y a hacer lo que le venía en gana. Dijo a su madre:
— Mamá: sé que la suerte me depara muchas sorpresas. En este momento, me voy a la corte a ver al rey. No quiero seguir en este humilde corral.
Y tip tap, tip tap, salió cojeando a saltos a través del campo.
— Mediopollito, mira: no puedo seguir mi curso, porque he encontrado este montón de ramas secas. Quítalas con tu pico; si no, me pudriré estancada —le pidió el agua de un arroyo.
Mediopollito contestó egoísta:
— No tengo tiempo que perder, pues voy a ver al rey. Y continuó tip tap, tip tap, dando saltitos con su única patita.
Al día siguiente, encontró un fuego que se apagaba bajo la leña verde. La lumbre le dijo:
— Mediopollito, me estoy ahogando. Hazme el favor de hacer un poco de aire con tu ala.
— No puedo perder mi tiempo, pues voy a la corte a ver al rey —contestó el engreído.
Y siguió con su tip tap, tip tap, producido al saltar con su única patita.
Antes de llegar al palacio real, pasó junto a unas matas en las que se había enredado el viento. Éste le pidió:
— Mediopollito, sácame de aquí donde estoy enredado. Si apartas estas matas, yo podré seguir mi curso.
— Sabes que no pudo perder tiempo, pues tengo que ir a la corte del rey —contestó el pollito. Y tip tap.tip tap, continuó cojeando más aprisa aún.
Pudo, por fin, llegar al palacio real y se dirigió derecho, aunque cojeando, al trono del monarca.
Pasó, sin pedir permiso, por delante de los centinelas y entró al gran patio. Pero al cruzar bajo las ventanas de la cocina, el cocinero lo cogió por la única pata, diciendo:
— ¡Caramba, qué suerte! ¡Precisamente me hacía falta un pollito para el delicado estómago del rey!
Y, sin más, lo metió de cabeza en una olla llena de agua que se calentaba al fuego.
Mediopollito sintió que se ahogaba y empezó a gritar:
— ¡Agua, amiga mía, no subas! ¡Quédate en el fondo que me vas a ahogar!
— Tú no me ayudaste cuando te lo pedí —le contestó el agua.
El fuego era cada vez más fuerte y el agua ya empezaba a hervir.
Mediopollito gritó:
— ¡Apágate un poquito, amigo fuego, que me quemo!
— Tú no me ayudaste cuando te lo pedí —respondió el fuego.
En aquel momento, el cocinero levantó la tapa de la olla, miró dentro, y dijo:
— Este pollo se ha quemado. ¡Ya no sirve para nada!
Y, cogiendo de la pata al pollito, lo arrojó por la ventana.
Antes de dar con el suelo, lo sostuvo el viento y, luego, dando vueltas como un trompo, fue remontado por encima de los árboles. Mediopollito pudo gritar, cuando salió de su sofocación:
— ¡Viento, amigo viento, no soples tan fuerte! ¡Déjame bajar despacio que, si no, me voy a estrellar!
— Tú no me ayudaste cuando te lo pedí —contestó el viento.
Luego volvió a soplar con fuerza y haciendo girar al pollito como una peonza, lo envió hasta lo alto de un campanario, donde quedó atravesado en el fierro del pararrayos.
Ese es el gallito que vemos clavado en las veletas, con una pata, un ala y un ojo, con el cual mira a todos lados para saber de qué lado viene el viento.
Autor: Anónimo
La Paz, 09 de Abril del 2014

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